Capítulo dos - Una noche con Rubí - Catherine Brook.

Damián observó con interés a la mujer que tenía en frente y compuso una de sus viejas sonrisas seductoras. La dama había llamado su atención en el mismo instante en que entró en salón, pero, captó todo su interés cuando, con un ingenio innegable, puso en su lugar al canalla de Hereford. Dios sabía que había estado a punto de lo mismo, solo que él no hubiera utilizado precisamente el ingenio. La manera en se refirió frente a todo el mundo de la Señorita Rubí Loughy fue despreciable, y, aunque era cierto que no le tenía el mayor de los afectos a la joven, ninguna mujer merecía que hablaran de ella de esa forma, por ello recibió con agrado la lección que le dio la mujer. No dejaba de sorprenderse de su audacia y astucia al atacar precisamente en el punto más débil de un hombre, su ego. Debido a esto, se propuso saber más de ella



-Solo le dije lo que se merecía - respondió Rubí- y sobre el porque estoy sola, quizás desee estarlo, de hecho ya me iba.

Se dio media vuelta, pero al hacerlo se tambaleó en el proceso y Damián se dio cuenta de que era posible que tuviera unas cuantas copas encima.

-Pero la noche aún es joven- le dijo.

Siendo sincero, hacía bastante tiempo que no estaba con una mujer. Desde que regresó de la guerra, ninguna parecía atraerle lo suficiente para despertar sus más bajas pasiones, hasta que la vio a ella. El vestido rojo pasión dejaba entrever el cuerpo de una diosa griega, además de unos generosos pechos que serían la fantasía de cualquier hombre. Sus ojos eran de color avellana. Sus labios carnosos incitaban a ser besados. Su piel parecía de marfil y su pelo no sabía si era rojo o un color similar pero lo había dejado maravillado. Debido a la máscara no podía determinar cuan bello era su rostro, pero algo le decía que sería hermoso, como toda ella. Dios, al único lugar a donde iría sería a una de las habitaciones de arriba, con él.

-¿No le gustaría eh... divertirse un poco? He conocido a pocas mujeres que son bellas e inteligentes al mismo tiempo, sin duda una excepción como usted debe saber como hacerlo, y yo sería un imbécil al dejarla marchar.

Rubí observó entonces con determinación al hombre que tenía en frente. No cabía duda de que el marqués era un hombre muy apuesto. Tenía el cabello castaño oscuro y los ojos marrones. Su mandíbula era firme y sus rasgos tal vez eran un poco duros, pero eso en lugar de restarle atractivo se lo sumaba. El cuerpo del hombre era musculoso por donde lo vieran y su presencia era imponente y algo intimidatoria ya que medía más de un metro ochenta. Entendió pues, porque lo consideraban anteriormente un crápula, tenía todo para serlo.

La pregunta formulada tardó un poco en ser asimilada por su cerebro. ¿Divertirse? No sería mala idea luego de lo sucedido, sin embargo, recordó que él le caía mal, y no podía divertirse con alguien que le caía mal ¿cierto? Aunque, ahora que lo pensaba, no recordaba porque le caía mal. Verdaderamente debió beber mucho pues tardó un poco en recordar su disgusto hacia él.

Lo que ocasionó su aversión hacia él sucedió en la temporada pasada, su primera temporada social. Recordaba el día que se lo presentaron, su primera impresión que tuvo de él fue la de un hombre atormentado, después de todo había regresado de la guerra y la gente comentaba que lo que se veía ahí deja traumado a cualquiera, para peor de males el hombre regresó encontrándose con que su hermano había muerto él era ahora el poseedor del título y estaba a cargo de muchas responsabilidades, sin embargo, Rubí pensaba que tal vez no estaba atormentado, sino amargado, llegó a esa conclusión después de haber escuchado por casualidad una conversación entre él y un hombre cuyo nombre no recordaba.

-¿Es muy bonita la Señorita Loughy cierto?- había preguntado el hombre que estaba con él

-¿Cuál de todas? La duquesa me ha presentado a tres - fue la seca respuesta del marqués.

-Sinceramente, las tres son tan preciosas como las joyas cuyos nombres representan, y eso que todavía hay una que no ha sido presentada- sonrió pícaramente- pero, en este caso, me refiero a la pelirroja.

Aberdeen se encogió de hombros.

-Sí, es mu hermosa- admitió- pero no pongo en duda que seguramente ella y sus primas son iguales a todas, bellas pero sin una pisca de cerebro, sin embargo, aceptables en el mercado matrimonial en el que no pienso participar hasta que sea estrictamente necesario.

Después de esas palabras Rubí enfureció hasta el punto de que tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no revelar su presencia y decirle lo que pensaba al respecto, ¿Quién se creía que era para juzgarlas sin ni siquiera conocerlas?, para cortarlas con el mismo patrón que el de las demás. Lo peor de todo era que no se había metido solo con ella, sino también con su familia y eso para ella era imperdonable. Aunque el motivo de su aversión podía sonar un tanto ridículo, ella era bastante rencorosa. Lo que más se reprochaba era que había creído que él era diferente a los demás hombre conocidos en la temporada, y en cierto punto no se equivocaba, si era diferente, era mas insufrible y arrogante que los demás. Desde ese día no hizo nada para ocultar el disgusto que le causaba su presencia y el debió notarlo pues por se había alejado de ella como a la peste y era probable que tampoco le cayera en gracia. No obstante, ahí estaba, hablando con ella y la había llamado inteligente, un tanto irónico considerando la opinión que en verdad tenía de ella, claro que él no podía ni sospechar quién era en verdad.

-¿Señora?

Rubí tardó un momento en darse cuenta de que se refería a ella.

-¿Sí?

-Le he preguntado que si no le gustaría pasarla bien esta noche-lo dijo en un tono tan serio que nadie creería que hablaba de diversión.

Rubí lo pensó y solo tardó un segundo en decidirse. Sí, se divertiría un poco. Claro, ella era ajena a la idea de diversión del marqués?

-Sí, me gustaría, pero no con usted- negó con la cabeza para enfatizar lo dicho, el alcohol le había soltado la lengua.

Él arqueó una ceja y se acercó lentamente a ella hasta quedar detrás suyo.

-Le aseguro que yo si sé complacer a una mujer- susurró en su oído mientras acariciaba con los dedos las unión entre el cuello y el hombro.

Rubí se perdió un momento en la marea de sensaciones que la recogieron. Sentía la suave y caliente respiración detrás de su oreja. La yema de sus dedos que acariciaba su hombre le producía una cálida y agradable sensación en todo el cuerpo que no había sentido antes, como si su piel fuera demasiado sensible al contacto.

Entre el alcohol y las nuevas sensaciones que recorrían su cuerpo por las simples caricias, Rubí tardó un poco en entender el verdadero significado de sus palabras ¿Acaso acababa de hacerle una propuesta indecorosa? Considerando el lugar donde se encontraba, no debería de extrañarle, todos ahí estaban en posiciones más comprometedoras que las suya. Sin embargo, debía recordarse que ella era una dama, y esa insinuación era lo que necesitaba para saber que debía alejarse de ahí inmediatamente, entonces, ¿Por qué su cuerpo se negaba siquiera a dar un paso lejos del contacto? El alcohol, sin duda tenía que ser el alcohol el que la hacía sentirse así, no volvería a tomar nunca, aunque esas sensaciones que le hacía sentir los dedos de Aberdeen era demasiado agradables, no eran adecuadas.

Decidida, se giró dispuesta a decirle a hombre que se marchaba, pero, antes de que alguna palabra saliera de su boca, se vio con los labios de él sobre lo suyos, entonces, no supo si la sorpresa no la dejó reaccionar, o fue que no quiso reaccionar.

El beso estaba cargado de pasión pero a la vez era suave. Cuando la lengua del hombre se introdujo en su boca una advertencia empezó a formarse en la mente de Rubí, pero esta murió en cuando su cuerpo empezó a arde en una llamas que estaba segura cualquier toque avivaría.

En un mar de sensaciones, claudicó y le posó con renuencia las manos en su hombro deseando sentir su contacto ¿Qué importaba un par de besos?, merecía un poco de disfrute después de lo que acababa de pasar. Su reputación estaba a salvo ahí, y no solo por la máscara que protegía su rostro, sino porque todos los demás estaban absortos en sus propios asuntos y muchos eran iguales a los de ellos así que ¿Qué más daba? El momento era demasiado maravilloso para desaprovecharlo, no importaba que se lo proporcionara un hombre que le caía mal.

Soltó un pequeño gemido de protesta cuando sus labios se separaron de los suyos, pero luego la mano de él rodeó íntimamente su cintura, casi rozando su seno, entonces, se vio anhelando su contacto nuevamente.

-¿A dónde vamos? - preguntó cuando se percató de que se estaban moviendo.

-A un lugar donde estaremos más cómodos- le susurró al oído.

Se dejó llevar ya que su nublada mente no fue capaz de entrever lo peligrosa de la situación. ¿Qué podía ser lo peor que podía pasar?

***********
-Creo que he ganado de nuevo.

Unos murmullos de protesta se oyeron entre la multitud mientras Topacio sonreía satisfecha.

-Lo único que ganarás será una buena reprimenda si no nos vamos inmediatamente de aquí- escuchó que le murmuraba una fastidiosa voz familiar al oído.

Topacio soltó un imperceptible bufido y se giró para ver a su prima.

-¿Qué haces aquí Zafiro? - dijo en voz baja solo para sus oídos.

-Esa pregunta debería hacérselas yo a ustedes, ¿Qué rayos hacen aquí? ¿Tienen la mínima idea de a lo que se exponen?

Topacio recogió sus ganancias, le dedicó una sonrisa a los caballeros en la mesa y luego condujo a su prima lejos de oídos indiscretos.

-¿Dónde esta Rubí? - preguntó Zafiro fulminando con sus oscuros ojos azules a su prima con la mirada.

Topacio se encogió descuidadamente de hombros, como si el asunto no le importara mucho.

-Buscando a Hereford supongo, vino a comprobar si los rumores son ciertos y yo la he acompañado.

-Que amable de tu parte- dijo su prima sarcástica- Se me olvidaba que era un derroche de amabilidad, siempre se puede contar contigo.

Topacio sonrió.

-Ciertamente.

Zafiro enfureció y sus pálidas mejillas apenas cubiertas por una máscara azul oscuro enrojecieron.

-Mejor vamos a buscar a Rubí para irnos de aquí antes de que alguien nos reconozca- su tono volvía a ser calmado, gracias a su gran autocontrol.

-Dudo que alguien lo haga- dijo Topacio repasando a Zafiro de arriba a abajo- debo admitir que tu máscara es muy bonita, seguramente la sacaste de la última mascarada de Rowena, pero el vestido...-negó con la cabeza en reprobación ante el vestido blanco- es muy recatado, demasiado para este tipo de lugar, eso sí que llamará la atención.

-Entonces, es mejor que nos apuremos a buscar a Rubí para salir de aquí.

************

Rubí descubrió que era lo peor que podía pasar cuando se encontró en una de las habitaciones de arriba del club. No había que ser un genio ni estar totalmente sobrio para saber que eran destinadas a los encuentros de amor clandestinos.

-Esto no está bien- dijo cuando vio que él cerraba la puerta.

Los efectos del apasionado beso todavía recorrían su cuerpo, pero eso no podía estar bien.

-No veo nada de malo, la pasaremos mejor aquí.

A Damián debería darle vergüenza seducir a una mujer borracha que no estaba especialmente muy dispuesta a ser seducida, pero, desde que la vio la deseó, y no recordaba haber deseado a una mujer así desde que regresó de Waterloo. Todo lo vivido allí lo había marcado, las privaciones, las muertes inminentes, la masacre por todos lados, la destrucción, todo eso le había cambiado irremediablemente la vida.

Se negó a que los feos pensamientos le arruinaran la noche y se acercó a la mujer dispuesto a terminar lo que había comenzado. Ella retrocedió y miró a la puerta como considerando sus opciones de salir, pero Damián no estaba dispuesto a dejarla escapar. La mujer lo deseaba, se lo dejó claro cuando respondió a su beso con pasión y una noche llena de ella era lo que necesitaba para olvidarse de los problemas que suponía la vida cotidiana, además, si eso no era lo que buscaba, ¿Qué hacía allí entonces?, al menos que fuera una aficionada al juego (cosa que no creía) no había otra razón factible para que se encontrara en un lugar de esos.

Cuando la alcanzó, la rodeó con sus brazos. Rubí empezó a ver la batalla perdida cuando sus labios rozaron los de ella, primero en una tierna caricia y luego en algo mas profundo y excitante.

Una parte de su cerebro, todavía algo consciente de lo que estaba sucediendo advirtió que eso no estaba bien, intentó recordarle que era Aberdeen con quién estaba y que aunque no fuera Aberdeen, eso no estaba bien. Una señorita decente no debía estar en esa situación, ni en ese lugar en realidad, y ahora que empezaba a enumerar tampoco debería estar gozando de esa agradable sensación, pero, Dios, si que se sentía bien, así que poco a poco fu desechando la protesta que su nublada mente intentaba hacerle llegar y empezó a disfrutar del momento. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Bien que lo sabía, pero ignoró esa amenaza por ahora, ella no permitiría que eso llegara más lejos, solo disfrutaría al máximo la excitante sensación de estar pegada a él, de lo agradable de sus besos. Solo llegarían hasta ahí, se dijo, solo un par de besos.

Soltó un gemido cuando sintió una de sus manos acariciando su pecho a través de la tela del corpiño. El contacto envió una nueva oleada de placer a su cuerpo y apenas fue consciente cuando desataron los botones en la parte de atrás de su vestido, y posteriormente los lazos del corsé, dejándola solamente en camisola y enaguas cuando ambos cayeron al suelo. Se sentía mareada y no supo si por al alcohol o por las ondas de placer que recorría su cuerpo. A pesar de que eso definitivamente no debería de estar bien, su cuerpo se negaba a abandonar la exquisita sensación que le producía las manos de él sobre sus ahora sensibles pezones y sus labios que recorrían en ese momento su cuello deteniéndose donde latía el pulso y acariciando con su lengua ese lugar sensible. Rubí enredó las manos en su pelo y echó la cabeza hacia atrás para facilitarle el acceso a su cuello.

En pocos segundos, o minutos, no sabía, se encontraba completamente desnuda frente a él, solo supo que tuvo un poco de sentido común para impedir que le quitara la máscara, pero no el suficiente para evitar que la acostara en la cama y la dejara perdida en un mar de sensaciones.

Sus neuronas intentaron enviar desesperadamente la información de que debía salir de ahí, pero su cuerpo se negó a reaccionar. En cambio, se quedó mirando embobada como Aberdeen se deshacía de su chaleco, luego de su camisa y por último de sus pantalones.

Verlo desnudo, con un torso firme solo marcado por una cicatriz de guerra, con sus piernas musculosas y una virilidad que logró que su piel se tronará tan roja como un verdadero Rubí, fue lo que hizo alarma en su cerebro y consiguió que parte del sentido racional atravesará no solo la nube de alcohol, sino la de excitación que la rodeaba, haciéndola consciente de lo que en verdad estaba a punto de hacer.

Se incorporó un poco en la cama con una fuerza de voluntad sorprendente y se puso las manos en las sienes, masajeándolas como si así pudiera entender mejor todo mejor. Tenía que detener eso, tenía que hacerlo antes de que perdiera completamente la cordura. Con esa determinación, hizo un último intento de parar lo que su cuerpo tanto deseaba pero que era del todo incorrecto.

-Esto no está bien, debemos...

Antes de que pudiera terminar, Aberdeen estaba encima de ella, acallando cualquier protesta con su boca.

Rubí supo en ese momento que tenía la batalla completamente perdida.

Enredó una mano en su cabello y con la otra se dedicó a explorar el duro torso. No protestó cuando sintió que le abrían las piernas, algo dentro de ella lo anhelaba, algo desconocido dentro de sí le exigía algo más, no sabía que, solo sabía que lo necesitaba.

Se tensó cuando sintió la invasión de su miembro en su entrada. Un dolor agudo le recorrió el cuerpo y se mantuvo por unos segundos hasta que fue disminuyendo y dio paso a una agradable sensación, la de tenerlo dentro de sí.

Abrió los ojos que hasta entonces había mantenido cerrados y observó, a pesar de la poca luz y de la máscara negra que aún cubría su rostro, como los ojos marrones de él se abrían en un indiscutible gesto de sorpresa. Se había quedado quieto y con la respiración agitada parecía debatirse un asunto muy importante.

El cuerpo de Rubí se negó a esperar que lo resolviera, ella deseaba algo desconocido y quería conocerlo.

-Por favor- rogó sin saber muy bien por que pedía.

Él si pareció saberlo, y soltando un pequeño gruñido de rendición, empezó a moverse, primero lento y luego más rápido. Ella intentó seguir sus movimientos hasta que el placer fue creciendo alcanzando pronto su cima más alta y sintiendo entonces como estallaba en mil pedazo. Él embistió unas veces más y salió de ella en el momento en que encontró su liberación.

Damián se separó de ella y se recostó a su lado con la respiración agitada y las manos en la cabeza.

Pronto, las respiraciones de ambos se fueron normalizando. Rubí tenía muchas ganas de dormir pero el recuerdo de lo recién sucedido hizo que cualquier rastro de sueño e incluso de ebriedad desapareciera de su mente inmediatamente. La realidad empezó a envolverla y se incorporó bruscamente de la cama cuando esta terminó de hacerlo. Dios, ¿Qué había hecho?

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