Capítulo 2 - Arrastrada hacia el altar - Catherine Brook

Capítulo 2.

Esa voz. Esa irritante voz la hubiese reconocido a diez kilómetros de distancia, de igual manera que hubiera reconocido a la persona que en esos momentos se encontraba frente a ella.



—Eso era lo que pensaba ¿Verdad? — prosiguió el hombre— sacar la pistola que según recuerdo, dijo alguna vez siempre llevaba consigo a las veladas.

"Hombre odioso" pensó, sabía perfectamente que ella cargaba un arma en su ridículo por protección, lo había confesado una vez a él y a Brandon cuando planeaban el rescate de su amiga Claire, que había sido secuestrada en ese entonces por su propio padre que la odiaba y por una loca ex prometida de Lord Blaiford(larga historia). Ahora utilizaba la información para burlarse de ella, aunque su semblante no lo demostrara pues siempre estaba serio.

— Uno nunca sabe con que clase de artimaña se pueda encontrar Lord Lansdow — le comentó maliciosamente, pero como era de esperar, el hombre no se inmutó.

Pasaron unos minutos de silencio en el que Robert pareció ignorar su presencia. Miraba fijamente el jardín con esos ojos tan plateados como la luna llena que se encontraba en el cielo. Kate, que carecía del don de la paciencia, se estaba empezando a exasperar por la presencia del hombre, que ni siquiera debería estar ahí.

— Sabe Lord Lansdow, no debería estar aquí —le dijo con su singular sinceridad.

— ¿Puedo saber por qué no? — preguntó él tranquilamente.

— Bueno, he desaparecido de la fiesta, y mi madre y mi hermano deben estar buscándome como locos en estos momentos, y si consideramos el hecho de que en estos meses se les ha desarrollado la manía de encontrarme un marido, usted sería una presa fácil, ya que se encuentra  solo conmigo en este lugar, no creo que necesite a otra familia casamentera encima de usted ¿Verdad?

Robert se encogió de hombros.

—He aprendido a lidiar con ello, pero si tanto le molesta mi presencia ¿por qué no se retira usted? — preguntó con un tono un tanto molesto que Kate no supo justificar.

— ¡Porque yo he llegado primero! — replicó levantándose — además, es muy poco caballeroso que me corra de forma tan grosera, cuando ha sido usted quién ha venido ha interrumpir la paz que había en el lugar.

Robert soltó un suspiro de cansancio.

— Podríamos mantener la paz si ninguno de los dos habla — sugirió cansado de la discusión, siempre era lo mismo con esa mujer, nunca podían dejar de discutir.

— Pues yo preferiría estar sola.

— ¿Por qué ha venido aquí? — preguntó curioso— ¿no debería estar disfrutando de la velada?

— La razón por la que estoy aquí no es de su incumbencia— lo cortó molesta porque el hombre no deseaba irse, siempre terminaba en ese estado cuando estaba cerca de él.

— Supongo que no— concedió él no queriendo discutir más y se giró para apoyarse en la baranda de la terraza para observar el jardín.

No sabía que lo había impulsado a ir allí. En parte deseaba alejarse de las jóvenes casaderas que le caían como abejas a la miel, de hecho no hubiese asistido a la velada de no haber sido los anfitriones su mejor amigo y su esposa. Siempre le pasaba lo mismo, las jóvenes casaderas y sus madres le caían encima apenas entraba en un lugar y más si era en Londres, donde estaban por todas partes, el hecho era que la situación empezaba a irritarlo, y eso ya era un logro. No tenía nada en contra del matrimonio, simplemente no deseaba casarse con una de esas jóvenes sin cerebro que solo pensaban en encontrar marido con título que les diera una vida llena de lujos. Para una vida así prefería seguir sus discretas aventuras con mujeres viudas, que la mayor parte de las veces no exigían nada mas que pasar un buen rato. A diferencia de lo que había sido su amigo Brandon (Lord Blaiford), el no se metía con mujeres casadas, respetaba el matrimonio, por eso esperaba encontrar a la mujer ideal con quien casarse, no es que esperase amor, pues era reacio a creer en algo que nunca había recibido ni experimentado, aunque sabía que existía, pues la mejor prueba de ellos eran los Blaiford. Nunca esperaba encontrarlo, sin embargo, quería que la mujer con la que se casara fuera por lo menos merecedora de su respeto.

Sabía que la señorita Blane estaba en la terraza. La había visto ir a ella después de una corta conversación con Lady Blaiford y hasta le dio la impresión de que huía. La experiencia le había enseñado que cualquier encuentro con esa mujer siempre terminaba en pelea, pero eso no le había impedido ir hasta allí, según él, buscando tranquilidad.

Debía admitir que Katherine Blane era un dilema. Una mujer diferente a las demás, con un carácter que no sabría definir si impresionante o insufrible, y lo más sorprendente de todo, era que parecía hacer todo lo posible por formar pelea en vez de buscar la manera de ganarse su favor. Definitivamente, era alguien a quién valía la pena analizar.

Kate miró a Robert que estaba de espaldas a ella. Debía admitir que era un hombre imponente. Su porte era elegante y su cuerpo musculoso. Era alto y su presencia se distinguiría en cualquier lugar así estuviese lleno de gente. Katherine se había sorprendido varias veces comparando sus ojos con la luna, porque al verlos sentía que veía dos lunas llenas, y no solo por el color gris, sino por el brillo de misterio que estos reflejaban, como si guardara muchos secretos, secretos que incitaban a cualquiera a indagar en ellos incluso a ella... ¡Pero que estaba pensando!, era un hecho, se estaba volviendo loca. Molesta por esos pensamientos se giró para irse, no pensaba estar ni un momento más en compañía de ese hombre. Ya estaba casi en la puerta de la terraza cuando la voz de él la detuvo.

— Sabe señorita Blane, me gustaría saber que es lo que le produce tanta adversidad hacia mí.

Katherine se detuvo bruscamente y se giró para mirarlo, él también se había girado y aunque no mostraba ninguna expresión ella sabía que esperaba una respuesta.

La pregunta la había tomado por sorpresa. Aunque fuera consciente de que todo el que tuviere ojos y oídos sabía que ellos no eran precisamente muy compatibles, no esperaba pregunta tan directa. ¿Qué le respondería?, en realidad hasta ahora no se había puesto a pensar la razón por la que el hombre le caía mal, solo sabía que su carácter siempre tan tranquilo y serio la exasperaba, que su frialdad significaba un contraste con lo que ella era, pero ¿sería suficiente repuesta decirle que lo consideraba tan frío como un témpano de hielo?, tampoco podía decirle que no sentía adversión hacia a él pues no le creería, de hecho ella tampoco se lo creería. No sabía que responder, por lo que optó por decirle lo que ella creía era la verdad aunque esta sonara un tanto ridícula.

— Supongo que se debe a su carácter— admitió sin importarle que responder de manera tan sincera a una pregunta de ese tipo era totalmente inadecuado— nunca he tolerado a las personas tan serias, que no se expresan, que no hacen el mínimo intento de mostrar quienes son, al contrario que se esconden bajo una máscara impenetrable.

— Entonces — dijo él calmadamente — mi único defecto es no formar escándalo por la mínima cosa, y no andar divulgando mis pensamientos a toda voz. Interesante

Esa respuesta la enfureció.

— ¡Ve porque con usted no se puede hablar! — exclamó acercándose— no se toma nada en serio, no le interesa nada, es tan... tan...!Frío! - concluyó.

Esa afirmación hizo que Robert abriera ligeramente los ojos, siendo ese gesto lo único que demostraba su sorpresa.

— ¿Frío? — dijo acortando la distancia que los separaba — interesante adjetivo Señorita Blane.

Su calma la exasperó aún más haciendo que Kate se pusiera roja de rabia sin saber muy bien porque le molestaba tanto.

— ¡Sí! Frío — gritó — más frío que la nieve, mas frío que los inviernos rusos, mas frío que...!Un témpano de hielo! — culminó sintiéndose mas tranquila de haberse liberado, y considerando cuales sería las consecuencias de ese arrebato infantil.

Miró a Robert que tenía un brillo extraño en sus ojos, no sabía que era pero no tenía nada de frío, todo lo contrario parecía tan ¿ardiente?.

Un instinto de supervivencia la hizo retroceder hasta terminar pegada a la baranda de la terraza. Robert la siguió y se detuvo tan solo a unos centímetros de distancia. Katherine supo en ese preciso instante que se había pasado de la raya, ¿Cuándo aprendería a controlar su lengua?.

— Sabe — dijo buscando la manera de disculparse sin perder completamente su orgullo — tal vez me he... — no pudo continuar pues una exclamación de sorpresa salió de su garganta cuando Robert la encerró con sus brazos, poniéndolos a ambos lados de ella.

— ¿Con que frío Señorita Blane? ¿Me permitiría contradecir esa afirmación? — dijo en un tono de voz algo ronco

Algo en su tono de voz hizo que Kate quisiera salir huyendo y quedarse al mismo tiempo. La propuesta le resultaba interesante, tentadora, sin embargo la parte razonable de su cabeza que casi nunca usaba se impuso esa vez y la hizo reaccionar.

— No... — no pudo terminar la respuesta ya que los labios de Robert se apoderaron de los suyos.

La sorpresa no la dejó reaccionar inmediatamente, cuando lo hizo su primer impulso fue él de alejarse, pero él la rodeo con sus brazos y le puso una mano sobre la nuca para no dejarla escapar. Sus labios eran suaves y Kate no supo definir los sentimientos que se estaban formando dentro de ella. Ya la habían besado antes, algunos de sus pretendientes le habían robado uno que otro beso, pero ninguno comparado con lo que estaba sintiendo en esos momentos. Sentía un placer exquisito unido con la necesidad de responderle, necesidad que se incrementó cuando sintió la lengua de él invadir su boca. Esa acción bastó para que todas sus defensas calleran. Sentía hervir su sangre, y rodeándole el cuello con los brazos empezó a responder al beso guiada por una necesidad desconocida y primaria. En esos momentos el tiempo dejó de existir. Todo lo que había alrededor pareció desaparecer, solo era consciente de la sensación de sus labios unidos a los suyos.

Una voz en su cerebro le intentó hacer entender que eso que hacía no estaba bien, que había perdido la razón. Le intentaba advertir algo, pero Kate desechó la idea rápidamente. No fue hasta que se oyeron unos murmullos provenientes de la entrada de la terraza que volvió a la realidad. Se separaron bruscamente y miraron algo temerosos a la puerta de la terraza donde se encontraba un grupo de personas y se podía observar que más se aproximaban para poder ver el espectáculo.

Kate se sintió morir. Esto no podía estar sucediéndole a ella, y lo peor de todo es que su hermano estaba ahí. ¡Dios Santo! ¿En que lío se había metido?.

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