Capítulo 1 - Arrebatadora inocencia - Catherine Brook.

Capítulo 1

Inglaterra, 1815

Cansada de estar sentada, Claire se dirigió a la terraza en busca de aire fresco. Desde ahí se podían observar los jardines bien cuidados de los Blane, sus anfitriones. Se quedó observando los jardines, iluminados por la luz de la luna mientras sus piernas se estiraban un poco.




Llevaba horas sentada, aburrida, sola y sin encajar como una margarita rodeada de increíbles rosas. Su única amiga, Katherine Blane, estaba bailando con un apuesto joven, como lo venía haciendo en toda la velada, por lo que casi no habían hablado en toda la fiesta. Ella siempre tenía mucho éxito, para ambas era la segunda temporada y si Kate no se había casado aún, no era por falta de pretendientes, si no porque deseaba encontrar al hombre adecuado. Eran vecinas, y desde niñas habían sido amigas, las dos eran muy románticas, y compartían el mismo deseo, casarse solo por amor, pero esos ideales a Claire ya le parecían lejanos.

Kate era una de las pocas personas a las que le tenía confianza, con la que podía hablar y no se sentía extraña; por eso es que no estaba bailando, ninguno de los caballeros se le acercaba por ese motivo, en la primera temporada se habían dado cuenta de que no era muy buena compañía, no sabía mantener una conversación, las palabras no parecían salir de su boca en otra forma que fueran monosílabos, siempre se sentía insegura, tímida, en fin, normalmente se sentaba lejos y casi nadie se fijaba en ella; era invisible y tal vez fuera mejor así, los pocos que se acercaban a ella últimamente eran atraídos por su dote, que su padre pensaba en aumentar para ver si de esa forma se libraba de ella. Thomas Lethood nunca se cansaba de decirle que era una inútil, que ni siquiera podía atraer un buen marido, y le repetía incasables veces que el siempre deseó un hijo varón.

—Mamá como te extraño— murmuró.

Sophia Lethood, era una mujer admirable, que adoraba a su hija. Claire recordaba poco de ella, pero sabía que la amaba.

Suspiró e intento acomodarse uno de sus risos negros, que se negaba a quedarse en su lugar. Ese era otro asunto, ni siquiera era una belleza, su cara poseía facciones comunes que aunque no se considerarían feas, no la hacían pertenecer a la flor y nata de la sociedad, donde estaban de moda las rubias y su cabello estaba muy lejos de serlo, su ojos también eran negros, y su piel pálida.

Claire ya se había resignado a ser una solterona, eso si su padre no decidía casarla con el primer hombre o viejo que pidiera su mano. Que Dios la ayudara si así era ¿Qué sería de su vida entonces?

Empezó a alizar los pliegues de su vestido de seda color rosa pálido y estaba por irse cuando divisó unas sombras moviéndose por los jardines, la curiosidad la atrapó y rogando que no la vieran intentó descifrar la identidad le las misteriosas personas.

****************

—¿Estás seguro que nadie nos ve?—  preguntó una voz femenina.

—Seguro, conozco un lugar, sígueme.

—Debes  hacer esto a menudo— ronroneó.

Brandon Saalfeld se encogió de hombros, la verdad es que había ido varias veces a esa residencia como para conocer un lugar privado en el cual disfrutar un rato.

Las mujeres eran su debilidad, pero nunca se conformaba con una sola, a él le gustaba la variedad, por eso no deseaba casarse. Su soltería era lo mas preciado que tenía, pero en esos momentos no le quedaba mucho tiempo para disfrutar de ella. El deber como conde de Blaiford le exigía encontrar una esposa que le proporcionara un heredero que continuara con el linaje, pero no deseaba abandonar todos los beneficios de la soltería, por eso tenía un plan que esperaba funcionara, pero mientras, disfrutaría el momento

Guió a Lady Murray, esposa de un viejo conde, a través de los arbustos. De repente, como si sintiera que lo estaban observando, alzó la vista hacia la terraza, y descubrió que una mujer los miraba; esta se alejó en el mismo instante en que fue descubierta y entró precipitadamente a la casa. Brandon no logró descubrir quien era por la oscuridad, y esperaba que esta tampoco los hubiera reconocido.

—¿Pasa algo?— preguntó Lady Murray mirando a la terraza.

—No, no pasa nada, ven, el lugar está cerca— contestó mientras la tomaba de la mano y la guíaba.

Claire entró precipitadamente en el salón con los nervios de punta, esperaba no la hubiesen reconocido, y si le vio la cara es posible que no supiera quién era, pues solía ser invisible.

Por el impresionante vestido color escarlata, Claire pudo reconocer a la mujer como Lady Murray, pero al hombre no pudo reconocerlo, pero por el porte y la forma del cuerpo estaba claro que no era Lord Murray.

Prefirió olvidar el tema,  a diferencia de las demás no le gustaban los chimes ni meterse en la vida de los otros, otra razón por la que no tenía temas de conversación.

—¡Oh ahí estas! Te he estado buscando.

Kate caminó entre la multitud hasta quedar frente ella. Su amiga tenía el cabello como el sol, y ojos como el mar, pertenecía a la flor innnata de la sociedad. Su belleza era tanto interna como externa, el que se casara con ella se llevaría un trofeo.

—¿Dónde has estado?

—Tomando aire— se abstuvo de mencionar la probable cita amorosa que presenció pues aunque su amiga sabía guardar secretos, no era lo mismo con los chimes, nunca se los podía callar.

—Tu tía te ha estado buscando, dijo que se sentía un poco indispuesta y ...¡Ahí esta!— señaló a la mujer de aproximadamente cuarenta años que se acercaba con un vestido plateado y negro.

—¡Oh hija, que bueno que te encuentro! ¿no te importa si nos vamos ahora verdad?— preguntó mientras se abanicaba— me duele un poco la cabeza.

—Por supuesto que no tía.

Se despidieron del Señor y la Señora Blane, y salieron a esperar su carruaje.

Una vez dentro, Claire miró a su tía Mirian, era una mujer regordeta, su pelo castaño estaba teñido por algunas canas y su rostro a pesar de estar ligeramente arrugado, mostraba elegancia y belleza que aún no se había perdido. Era hermana de su madre y conocida por todos como Lady Warwick. Viuda y sin hijos desde hace cinco años, se fue a vivir con ella pues su marido no le había dejado nada, todo se vendió para pagar las deudas de juego de este, y su tía se quedó sin nada. Su padre la aceptó en la casa a regañadientes, con el fin de que se ocupara de Claire que en ese entonces tenía 14 años. Para ella la llegada de su tía fue lo mejor que le pudo pasar, su compañía le agradaba mucho y con ella no se sentía tan sola.

Ella se había encargado de su presentación en sociedad, de enseñarle todo lo que necesitaba saber, pero no había podido quitarle ese miedo a hablar con las personas, ese sentimiento de inferioridad, que la embargaba cuando estaba con desconocidos.

Los caballos se pusieron en marcha y la tía Mirian se percató de la mirada de Claire.

—¿Qué sucede?

—Usted nunca se enferma— dijo a modo de respuesta como si eso bastara para aclararlo todo, y efectivamente así fue.

—¡Oh esta bien!, no estoy indispuesta— admitió— pero si me duele un poco la cabeza tras oír tantas estupideces juntas.

—¡Tía!— exclamó Claire fingiendo sorpresa— que forma de expresarse es esa.

Su tía siempre solía ser una mujer prudente, pocas veces se dejaba guiar por la rabia como en esos momentos.

—Lo siento mi niña— se disculpó, luego rio al apreciar el destello de burla a los ojos de su sobrina— lo que pasa es que a veces esas mujeres se tornan insoportables.

—¿Qué han dicho ahora?— quiso saber.

Su tía dudó pero después de reflexionar un momento se lo dijo.

—Han hablado de ti, amor.

Claire se lo imaginaba, aunque la mayoría de las veces pasaba desapercibida, cuando estaba en boca de alguien no era para nada bueno.

—¿Qué han dicho?— volvió a preguntar.

—Nada importante— evadió.

—Quiero saber— insistió Claire.

Lady Warwick soltó un suspiro de resignación antes de hablar con un tono de rabia.

—Han expresado cuanto lamentan que una muchacha como tu siga soltera, que los caballeros no se han dado cuentan a quién dejan apartado, pero que están seguras que esa situación cambiará pronto— dijo con pesar.

Ambas sabían que esos comentarios que según las damas creían correctos, solo eran un manera indirecta de expresar sus condolencias y remarcar el hecho de que se quedaría soltera. Claire no sabía por que todavía le afectaban ese tipo de comentarios, debería estar acostumbrada, pero aún le dolían.

No hubo tiempo de pensar más,  pues el carruaje se detuvo. El viaje era corto porque las casa eran vecinas. Un lacayo las ayudó a bajar y ambas se encontraron frente a la fachada de una imponente casa de campo, Pasaban la mayor parte del año ahí en vez de en su casa en Londres. Por eso ella y Kate siempre estaban juntas, se criaron ahí y a menudo paseaban a caballo, organizan días de campo y caminaban disfrutando el paisaje.

Entraron el la casa decorada con colores melocotón y dorado. Del salón principal se observaban varias puertas que daban a otras salas adyacentes mas pequeñas, a comedores y una puerta hacia la biblioteca. La casa no se remodelaba desde la muerte de su madre hace doce años, pero no se veía tan anticuada y a pesar de no poseer título de la nobleza, nadie podía negar que poseían dinero al observar tanto el interior como el exterior de la casa.

Claire se despidió de su tía y subió hacia su habitación en la plata alta, su cuarto estaba decorado en blanco y dorado, la luz de la luna se filtraba por las cortinas cubiertas por terciopelo blanco. Clarie se acercó a el tocador donde la esperaba su doncella Lily quien la ayudo a quitarse el vestido.

Ya en camisón, Claire se acostó, pero no logró conciliar el sueño en un buen rato. Sus pensamientos se desviaron a todo lo sucedido esa noche, hasta que llegaron al misterioso hombre que se escabullía con Lady Murray, ¿quién sería?, la curiosidad la estaba comiendo viva.

Ella siempre se preguntó como era aquello por lo que la mujeres arriesgaban su reputación y matrimonio, y por lo que los hombres llegaban incluso a pagar. ¿sería tan grandioso como lo describían algunas damas cuando estaban solas? ¿Qué sentiría? Ella no estaba segura de si algún día lograría experimentarlo, pues ni siquiera estaba segura de que se casaría.

Nuevamente sus pensamientos volvieron al misterioso hombre. Trato de recordar los nombres de los presentes y ver si tenía las características del desconocido, pero ninguno se parecía, la mayoría de los nobles eran escuálidos y este era musculoso. Dándose por vencida, se recostó y al fin se durmió.,

Ya eran mas de las tres de la mañana cuando Brandon llegó a su casa. Le dolía la cabeza pero no por el cansancio, sino por tener que aguantar la cháchara de su madre en el carruaje. Había venido a pasar unos días con él en la casa de campo y desde entonces no había hecho otra cosa que recordarle que debía casarse y en el carruaje estuvo enumerando las cualidades de las que eran buenas candidatas.

Ya en su habitación mientras se preparaba para ir a dormir, recordó que todo en la velada no fue tan malo, se formó en sus labios una sonrisa maliciosa al rememorar el encuentro con Lady Murray. Se le vino a la mente la misteriosa figura que los había observado, la mujer se movió tan rápido que no pudo identificarla y estaba seguro de que ella tampoco lo reconoció, pues al regresar al salón no hubo ni chismes ni murmuraciones al respecto, de haber sido descubiertos estaría en la boca de todo el mundo. ¡Gracias a Dios que no pasó a mayores! Pues lo que menos necesitaba era un escándalo. Sabía en lo que se estaba metiendo al estar con mujeres casadas, pero en esos momento no pensaba con la cabeza.

Esos pensamientos lo llevaron de nuevo al tema del matrimonio, no deseaba casarse pero no tenía de otra, sin embargo, estaba seguro de haber encontrado a la persona perfecta, mañana mismo pondría en marcha todo y con suerte su vida no daría giros.

Comentarios

  1. Cuando vas a publicar el total de esta historia Esta muy bonita ya sea en watpad o en este medio. Saludos

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