Capítulo 1 - Arrastrada hacia el altar - Catherine Brook.

Capítulo 1.
Londres, 1816.

Arrastrando un vestido tan blanco como la nieve, Katherine Blane se deslizó entre la multitud de personas que ocupaban el salón, con la esperanza de llegar a algún lugar donde pudiera descansar sus doloridos pies.




" Caballeros arrogantes y desconsiderados" pensó con sorna, le pedían un baile tras otro sin ponerse a pensar que ella pudiera estar cansada,  no conforme con eso, la atacaban con conversaciones tediosas y ridículas, ante las cuales, no le quedaba de otra que asentir y sonreír como una boba. Definitivamente, entre los jóvenes con lo que acaba de bailar, no se encontraba el amor de su vida.

Siendo tan romántica como era, no se conformaría con nada menos que casarse por amor. No importaba cuántos bailes le pidieran, o cuántas flores llegaran a su casa, todos los caballeros de esa noche estaban descartados como futuros esposos, simplemente porque ya sabía que no eran capaces de amar a alguien más que a si mismos.

Siguió caminando con todo el disimulo posible entre la gente. Se escondió tras una de las grandes columnas que se encontraba en una esquina del gran salón de la casa londinense de los Blaiford, cuando divisó a Lord Michael, que seguramente la estaba buscando para reclamar la pieza prometida. Dado que sus piernas no se veían capaces de soportar un baile más, temía terminar cayendo a mitad de pista, por lo que prefirió evitarlo y le importaba un rábano la descortesía que eso suponía.

Mientras esperaba que el hombre desapareciera, le devolvió la sonrisa de complicidad que su amiga Claire, o mejor dicho, Lady Blaiford, le brindaba desde el otro lado del salón. Siendo amigas desde niñas, no había secretos no compartiesen, y aunque muchos podrían decir que eran tan diferentes como la noche y el día, en el fondo se parecían bastante, sobre todo porque ambas albergaron siempre el mismo sueño, encontrar el amor, por lo menos Claire lo había conseguido. Bueno, su matrimonio no fue precisamente por amor, de hecho, la pareja tuvo mas problemas que nunca, pero Claire con su hermosa personalidad, y, según Kate "interminable paciencia" había conseguido, no sin dificultad, robarse el corazón del antes conocido calavera Lord Blaiford, incluso, ahora tenían una hermosa hija, Danielle, que había nacido hace tres meses y la fiesta era en su nombre. Aunque muchos se habían visto decepcionados por el sexo del bebe, la niña era querida por sus familiares, y al parecer crecería siendo la consentida de su padre si no tenían mas hijos.

Suspiró de tristeza al recordar que ella aún no había conseguido el amor, y ya había cumplido los 20 años, ¡20 años¡ a los 22 ya se empezaría a considerar una solterona, y no es que no se hubiera casado por falta de pretendientes, pues era muy consciente de su belleza. Poseía el pelo rubio y ojos azules, muy de moda entre la sociedad, todo esto complementado por unos rasgos nada desagradables a la vista , sin embargo, ninguno de los que decían "adorarla" le atraían en lo más mínimo porque sabía que en el fondo nadie la adoraba a ella, a quién era en realidad, solo adoraban su belleza, la veían como un trofeo que debían conseguir para poder luego mostrarlo ante todos, como lo que es, un simple objeto que representaba una victoria de la cual luego hablarían. Ella no quería eso, no se conformaría con eso, no, no se daría por vencida, ella encontraría el amor aunque se le fuera la vida en ello.

Bueno, no precisamente la vida en ello. La realidad era que tenía que casarse, y pronto. Su familia no estaba en sus mejores momentos, como muchos les había agarrado la crisis, aunque todavía nadie lo sabía, ni siquiera a Claire se había atrevido a comentárselo, pues sabía que su amiga intentaría ayudar y metería a su esposo en el asunto, y eso no era responsabilidad de ellos, sin embargo, si su hermano seguía tomando las decisiones erróneas pronto se encontrarían en apuros que no podrían seguir disimulando, por lo que la presionaban para que se casara. Sin embargo, ella era de las que pensaba que su familia no debería ser responsabilidad de su esposo, el flojo de su hermano iba a tener que empezar a ser de utilidad, tal vez su futuro marido lo podría asesorar en lo que respecta a las decisiones de negocios, y de Andrew dependería sacar adelante a la familia, al fin y al cabo, él era el que conservaría el apellido y él que tendría una familia que mantener. Ella no tenía porque cargar con todos los problemas de la familia, no se casaría por conveniencia, así se la pasaran todos los días presionándola para que lo hiciera, pero sería de apreciar que cupido se apurara en lanzarle una flecha, pareciera que se había olvidado de que ella existía.

Cuando se vio fuera de peligro, siguió caminando en dirección a la terraza donde esperaba poder tener un momento a solas, sin embargo, cuando casi llegaba, su paso se vio interrumpido por un grupo de mujeres que rodeaban a un caballero, intentando ganar su atención. El caballero en cuestión era Robert Colling, mejor conocido como Lord Lansdow, lo reconocía a pesar de la multitud femenina que lo rodeaba pues le sacaba como una cabeza a todas. De pelo castaño, ojos grises, mandíbula firme, con una fortuna envidiable y un marquesado como título, lo hacía uno de los solteros mas codiciados de todo Londres, si no es que de toda Inglaterra. Viéndolo atentamente por unos segundos, Kate reconoció que era un hombre bastante atractivo, y si a eso le añadimos dinero y título, no era de extrañar que estuviera rodeado de mujeres, sin embargo, había un defecto que para ella desplazaba a todas las otras cualidades, y es que el hombre era mas frío que un témpano de hielo. Desde que lo conocía, no lo había visto cambiar ni por un momento ese serio semblante, bueno, tal vez una vez, recapacitó recordando un altercado que tuvieron hace unos nueve meses, pero lo que había demostrado en ese encuentro, era que además de ser un hombre frío, era un arrogante y machista de lo peor; algo normal en su mundo, pero no por eso agradable, definitivamente, para ella estaba lejos de ser un buen candidato, aunque medio mundo se empeñara en decir lo contrario. Tal vez era demasiado exigente, y estaba pidiendo lo imposible, pues hombres como el que deseaba eran casi imposibles de encontrar, pero no se podía dar por vencida, al fin y al cabo, mujeres con sus pensamientos también era difíciles de encontrar. Sinceramente, no entendía como las mujeres empeñadas en conseguir título y fortuna se abalanzaban sobre cualquiera que pudiera proporcionárselos sin ni siquiera interesarse por su personalidad, no, ella no era así y nunca lo sería.

Caminó hacia la derecha con el fin de rodear su obstáculo, estaba todavía concentrada en sus pensamientos, por lo que no se dio cuenta de a donde iba y tropezó con un cuerpo que inmediatamente la sujetó por los hombros con un poco mas de fuerza que la necesaria.

-¿Qué haces aquí? -le recriminó una voz exasperantemente familiar-deberías estar bailando con Lord Michael.

-¿Ahora también te sabes todos los nombres de mi carnet de baile? -preguntó enarcando una ceja- me sorprendes Andrew, no creí que fuera posible, pero cada vez te vuelves mas insufrible- espetó con desprecio- ahora quítate de mi camino-ordenó

-No hasta que me digas porque no estas allá-señaló la pista de baile.

-Simplemente deseo descansar un poco- argumentó intentando no perder la paciencia que para mala suerte de muchos, y de ella, era muy poca.

-Descansando no conseguirás marido.

-No, pero por lo menos podré conseguir que mis pies caminen mañana.

-Tienes que conseguir un esposo rápido y lo sabes-le recordó- nuestra situación no esta para tus caprichos.

-Entonces será mejor que aprendas a usar el cerebro que estoy segura no te fue otorgado de adorno- ya había perdido la paciencia

-Katherine... -habló a modo de advertencia, como si quisiera hacerle entender por las buenas algo, pero ella no se intimidó- recuerda que nuestro padre ha estado enfermo últimamente, lo que menos necesita es una desilusión, él quiere ver a su hija bien casada.

Había dado en el clavo y lo sabía. Andrew era consciente de lo mucho que amaba a su padre y se había aprovechado de ello para presionarla en los últimos meses, pero era suficiente. Cierto que su padre estaba enfermo desde hacía semanas, y los médicos no le daban mucha esperanza, pero Kate sabía que él la quería y le deseaba lo mejor.

-Él quiere ver a su hija feliz-contractó-tú eres el que desea una buena alianza.

-Pronto te darás cuenta que todo es por tu bien- le dijo tomándole del brazo mientras ella trataba de zafarse sin causar escándalo- ahora vamos que Lord Michael debe estar buscándote.

-Suéltame Andrew o te juro que... -no necesitó continuar, su salvación llegó en ese momento luciendo un traje tan azul como el cielo de la noche.

-Buenas noches, espero que la estén pasando bien- la dulce voz de Lady Blaiford detuvo su pelea.

-Buenas noches milady- dijo tomándole la mano con la suya libre para besarla, pero sin soltar el brazo de Kate- una maravillosa velada sin duda.

-Me alegro señor, ¿no le importará prestarme un momento a su hermana verdad? No he podido cruzar palabra con ella toda noche y tengo algunas cosas importantes que comentarle.

-Por supuesto- respondió de mala gana.

Andrew se despidió de ellas con una inclinación de cabeza y se fue a regañadientes, era mas que claro que todo había sido una excusa para salvarla, pues era sabido que Lady Blaiford no tenía entre sus virtudes mentir bien, sin embargo, al no querer quedar mal con sus anfitriones, no le quedó de otra que hacer lo que ella de manera tan disimula pero directa le había pedido.

-¿No me creyó cierto? -preguntó Claire mirando en la dirección en la que se había ido un enfadado Andrew.

-No- respondió Kate alegremente- pero me has salvado si te sirve de consuelo

Claire se encogió de hombros y sonrió también.

-Me conformo ¿Qué tal la estás pasando?

-Estoy a punto de caer al piso, mis pies no soportan un baile mas.

-Me alegro nunca haber tenido ese problema.

Claire nunca fue muy popular entre la sociedad londinense. Era demasiado tímida para socializar y para muchos no era hermosa, sin embargo, otros como Lord Blaiford lograron ver la belleza tanto interior como exterior que se encontraba en ese personaje de piel pálida y de ojos y cabello negro. Aunque su matrimonio había sido arreglado por su padre y los motivos en ese entonces de su esposo para casarse no fueron los mejores, para su suerte ya todo se había arreglado, a pesar de que para que todo sucediese tuvieron que pasar mil y un dificultades, no obstante, el amor había triunfado ante todo. Kate quería algo parecido para ella, de preferencia, sin el matrimonio arreglado ni las dificultades.

-¿A dónde ibas antes de ser intersectada por tu hermano? -le preguntó curiosa.

-A la terraza, pensaba descansar un poco a solas.

-Pues te recomiendo que aproveches que tu hermano se distrajo y te escapes ahora- dijo mirando en dirección hacia donde se encontraba Andrew quién hablaba con unos caballeros y parecía haberse olvidado de ellas.

-Eso haré, saluda de mi parte a Lord Blaiford y su madre- dijo mientras se alejaba.

Caminó con mas prisa de la necesaria, hasta que por fin se encontró en la seguridad de la terraza. Como había supuesto cuando se le ocurrió la idea, no había nadie, todos debían estar bailando o disfrutando de la fiesta y pocos deseaban la soledad.

Se sentó en una de las escasas sillas que allí se encontraban y que parecían llamarla a gritos, y con un suspiro de alivio descansó sus doloridas piernas y cerró los ojos.

Pensó en su situación actual, desde que su padre había enfermado, y su hermano había tomado el mando de los bienes, las cosas no iban como deberían, y aunque sabía que no era su responsabilidad, no podía quedarse con los brazos cruzados sin hacer nada mientras su familia se iba a la quiebra. No quería casarse por conveniencia y no lo iba a hacer, estaba mas que en contra de esa idea, pero tampoco se le venía a la mente una forma de ser útil. Vivía en una sociedad discriminatoria, donde si una mujer de alta cuna llegara tan solo a pensar en trabajar la repudiarían y causaría mas desgracia para ella y su familia de la que provocaría el saberse que estaban en la quiebra. No sabía que hacer y las ideas parecían haberse esfumado.

Estaba tan absorta en sus ideas que no sintió que alguien más entraba en la terraza. Solo el olor a perfume de caballero le hizo saber que no estaba sola. Instintivamente, puso las manos en su ridículo en donde guardaba un arma para protegerse.

-No creo que sea necesario llegar a la violencia Señorita Blane- dijo una voz masculina que lastimablemente conocía muy bien, demasiado bien.

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