Marshalsea, cuando pagabas tu estancia en la cárcel.
En la Inglaterra del Siglo XIX —mucho antes, de hecho—, las prisiones eran un negocio lucrativo y no la institución administrativa que conocemos hoy en día. Los prisioneros que la habitaban, debían pagar un estipendio por su alojamiento y su comida. Se cobraban tasas por casi todo: llaves de los pabellones, quitar los grilletes… La cuestión era más sorprendente si tenemos en cuenta que muchas de ellas acabaron llena de morosos, que precisamente daban con sus huesos en una celda por no poder pagar sus deudas. Existía incluso la costumbre de pedir limosna a los viandantes a través de la reja del edificio para poder alcanzar la cantidad necesaria para pagar al carcelero.